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Escribo pero no saraseo.

Borrador de cronica final

  Ya queda poco de este domingo. El sol se aleja y con él la tarde se esfuma. Los postes de luz que hasta ahora eran tan solo palos molestos, ahora nos iluminan caras y crean sombras. Uno tendería a pensar que a partir de este momento la masa que está en el  parque desde las cuatro de la tarde se irá diluyendo; que cada vecino levantará las lonas de la tierra sin pasto y comenzará su camino de vuelta a casa. Allí prepará la cena; mirará de manera desinteresada la televisión; acostará a sus hijos (quienes los tienen) y luego se tirará en la cama con esa pesadez en el estómago que provocan los lunes. Pero hay cierta atracción en el ambiente que nos ancla a este parque de figuras extrañas y música rebelde; una atracción no sucede en todos los parques de la ciudad. El Parque Rivadavia está ubicado en el barrio de Caballito entre las calles Beauchef, Rosario, Doblas y por supuesto, la Av. Rivadavia. Es un parque mayormente concurrido por una clase media porteña que encuentra en estas seis

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