Nota de opinión: Vivir o sobrevivir en tiempos de pandemia
La aparición del COVID
19 y su persistencia en el tiempo ha suscitado reflexiones sobre las nuevas
formas de vivir que habitamos. Sin dudas, el miedo a contraer la enfermedad ha
llevado a la sociedad a recluirse de forma parcial o total en sus casas, una
cuestión que atenta contra las antiguas concepciones de “vivir en comunidad” Si
bien es cierto que existieron ciertos cambios que la sociedad acató de manera
unánime para poder sobrellevar este momento ¿hasta qué punto se han dejado de
lado aquellas actividades que tanta gratitud nos daban en pos de esta
supervivencia? ¿Qué efectos tendrá la adaptación tan abrupta a estas nuevas
formas de “vivir” motivadas por el miedo?
Hoy estas preguntas, por más incómodas que sean, son necesarias.
Vivir y sobrevivir no
son sinónimos. Al estado de supervivencia se lo entiende como un momento
excepcional en el que el individuo toma medidas que le aseguran su continuidad
frente al peligro. Hoy podemos entender los tiempos de pandemia como un llamado
a la supervivencia de la especie que se ve amenazada ante la presencia de un
virus desconocido. Pero es curioso que este estado de supervivencia se lo
asocie a una lógica de la guerra en situaciones no propiamente bélicas. Incluso
hacia el principio de la pandemia, el mismo presidente Alberto Fernández habló
de la aparición del COVID-19 como una guerra contra un “enemigo
invisible”. Por lo tanto, se entiende a
la aceptación del estado de supervivencia en términos de una “batalla” en tanto
quien gana es el que ha sobrevivido; quien ha resistido a los obstáculos que se
le han presentado y puede retirarse a descansar, a esperar que su nueva vida empiece.
Es entonces que se
hace necesario preguntarnos qué ocurre cuando el estado de supervivencia se
extiende hasta tal punto que modifica nuestra propia percepción de lo que es
vivir. El filósofo surcoreano Byung Chul Han se ha mostrado preocupado por esta
cuestión y nos alarma al decir que “en una sociedad de la supervivencia se
pierde todo sentido de la buena vida”. A esta altura es importante señalar que
esta concepción de la “buena vida” no trata de enaltecer y disfrazar a la vida
cotidiana de los tiempos previos a la pandemia. Pero es imposible negar que esa
vida parecía poseer ciertos aspectos irrenunciables; visitar a los abuelos,
jugar al fútbol con los amigos, juntarse a tomar mates en la plaza fueron
actividades se han tenido que dejar de lado en pos de sobrevivir en estos
tiempos. Sin embargo, estos cambios que muchos entienden como “menores” han
traído negativas repercusiones psicológicas en los grupos más vulnerables como
lo son las personas adultas, los niños, niñas, y jóvenes debido a la
persistencia del estado de supervivencia y su correlación con la lógica del
miedo en tiempos de “guerra”. En cuanto a los jóvenes, un estudio sobre los efectos psicológicos de la pandemia
COVID-19 en la población general de Argentina publicado por la Facultad de
Ciencias Médicas de la UNC demuestra que “... el ánimo depresivo
y el incremento en el consumo de alcohol fueron más frecuentes en los más jóvenes”. Por su parte, UNICEF elaboró un estudio sobre los efectos en la salud
mental de niños, niñas y adolescentes por el COVID 19 que constó de tres
mediciones entre agosto de 2020 y febrero de 2021 para dar cuenta de los
diversos momentos de la pandemia y su repercusión en la salud mental. De esta
manera los investigadores de UNICEF encontraron que en la segunda medición:
“...se
observó una profundización de diversos malestares subjetivos: aproximadamente
la mitad de las niñas y los niños se angustiaban fácilmente o lloraban mucho,
se enojaban más que antes, estaban irritables, ansiosas o ansiosos y/o tenían
altibajos emocionales. También, algunas y algunos manifestaban cambios o
trastornos en la alimentación y/o el sueño.” (UNICEF, 2021, pág. 15)
Si se deja de lado la
ridícula idea de la posibilidad de un discurso “anti-cuarentena”, podremos
entender de manera crítica la situación que como sociedad estamos atravesando.
La resignación a las viejas formas de vivir no ha sido gratis. Por el
contrario, retomando los dichos Han, “la histeria de la supervivencia hace que
la sociedad sea tan inhumana”. La posibilidad de encontrarnos en una coyuntura
gobernada por el miedo solo hace posible que la lógica de la “guerra” posea
cierta legitimidad entre los pares. Pero esta lógica no está desprovista de
sinsabores, como lo son los efectos en la salud mental de la población. Solo
cuando este periodo de supervivencia termine comprenderemos con cierta
nostalgia cuánto tiempo de vida hemos perdido.
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