Ensayo 2021 sobre la distancia

 

Todo sueño es político.

 

Benedetti cierta vez escribió “nunca rompas tus sueños, porque matas el alma”. Este supuesto escrito en verso esconde una serie de preguntas. ¿Puede uno mismo romper sus propios sueños? ¿No es el soñador quien encierra en sus anhelos el sentimiento de la esperanza? Si se parte de la idea de que los sueños están condicionados por el entorno socioeconómico y cultural del soñador. ¿Cuál es la distancia entre la enunciación del sueño y el cumplimiento del mismo que el alma puede soportar? ¿Hasta qué punto somos responsables de la existencia de esa distancia? Sin quitar la posibilidad del individuo de cumplir sueños, es crucial poner de manifiesto la participación de agentes políticos externos en la capacidad de cumplir (o no) esos sueños. En esta oportunidad se recogen una serie de sueños pertenecientes a la muestra fotográfica “Mapa de sueños latinoamericanos” de Martín Weber con el propósito de evidenciar la compleja trama que se esconde detrás del arte de soñar. En un mundo donde el individuo es el responsable de todos sus éxitos y fracasos, se hace necesario pensar un soñar desde lo político. 

 

 

“Tener la memoria de cómo mi viejo desaparecido vivía sus sueños”.

Si la historia de Latinoamérica fuera otra, la palabra desaparecido no hundiría el pecho de quienes la pronuncian. En el ensayo fotográfico de Martin Weber, la figura de Alicia “Licha” Zubasnabar representa la fuerza de una abuela unida a su nieto. Juntos evocan la figura de su hijo desaparecido. Y un sueño tan complejo de enunciar como de cumplir.  

 

Licha tenía 61 años cuando Roberto José fue secuestrado el 2 de septiembre de 1976. No pasó menos de un año cuando el 23 de febrero de 1977 fue secuestrada su hija Elena junto a su marido Héctor Baratti. Elena tenía un embarazo de cinco meses al momento de su desaparición. Tanto Roberto José como Elena y Hector Baratti, se encontraban comprometidos en actividad política y sindical como tantos otros jóvenes desaparecidos durante la última dictadura militar. A partir de ese momento Licha inauguró un colectivo que quedó marcado en la historia de Argentina: la organización Abuelas de Plaza de Mayo.

 

En su “Derecho a soñar”, Eduardo Galeano escribe “En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.” Uno de los primeros lugares en donde esas abuelas locas que menciona Galeano comenzaron a reunirse fue en la casa de Licha, en la ciudad de La Plata. Siendo una de las doce mujeres en conformar la organización, Licha se convirtió en la primera presidenta de lo que en ese momento se llamó “Abuelas Argentinas con nietitos desaparecidos”. La perseverancia de Licha habla de lo que una madre y abuela es capaz de hacer en situaciones extraordinarias; se constituyó como una testigo clave en el juicio a Christian von Wernich, un sacerdote que participó de manera activa en el aparato represivo de la dictadura y quien, además, mantuvo un contacto estrecho con Elena mientras ella estaba en cautiverio en la comisaría N°5 de La Plata. Sin embargo, la recuperación de su nieta desaparecida fue un logro que la misma Licha no pudo presenciar. Ana Libertad fue restituida el 22 de agosto de 2014, seis años después del fallecimiento de Licha. De esta manera, se convirtió en la nieta recuperada número 115.

 

Pero lo particular de la intención de querer recuperar sueños perdidos, es su capacidad de ser retomada por distintos imaginarios. Argentina comparte una historia de dolor con muchos países del continente; uno de ellos es Chile. “Todas íbamos a ser reinas” es un estudio hecho por el Comité de Derechos Humanos del Pueblo (CODEPU) que recupera la memoria de nueve mujeres que durante la dictadura de Pinochet fueron secuestradas al momento de estar embarazadas. En este informe, se recuperan voces testigos y familiares de las víctimas desaparecidas, como también, información brindada por la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. El estudio que inicialmente iba a tratar sobre 57 mujeres desaparecidas y luego registradas, forma parte de las investigaciones del proyecto Verdad y Justicia. Dentro de esas nueve mujeres se encontraba Michelle Peña Herreros.

 

De nacionalidad española pero que, según su madre, “...se sentía profundamente chilena". Michelle llevó consigo una historia de sueños. Los abuelos de Michelle huyeron desde España hasta Francia debido a la dictadura de Franco en el año 1939. Pero la Alemania Nazi destruyó la esperanza de una vida en paz.  En la ciudad de Toulouse nació Michelle en 1952. A sus 5 años emigró junto a su familia a Chile. En palabras de Gregoria Peña, su madre, Michelle era “muy inteligente, especialmente hábil y rápida para las matemáticas, pero floja para estudiar... Confiaba en sus capacidades, prefería leer, escuchar música y tocar guitarra. Alegre; pero rabiosa, eso sí nada de rencorosa”. (CODEPU, 1990, cap.2)

Estudiante de la carrera de Ingeniería Eléctrica en la Universidad Técnica del Estado, Michelle se encontraba afiliada al Partido Socialista de Chile. Tenía 27 años y un embarazo de ocho meses cuando fue detenida el 20 de junio de 1975 en la localidad de Las Rejas. Desde ese momento Gregoria denunció la desaparición de su hija ante la justicia en diferentes ocasiones. Gracias al aporte de Héctor Eduardo Riffo, otro militante del partido socialista, Gregoria descubré que su hija estuvo en Villa Grimaldi, uno de los centros de detención y tortura más importantes de Chile. Incluso hay antecedentes de que Michelle haya sido trasladada al Hospital Militar para poder dar a luz a su hijo. Según la versión de los militares, Michelle fue arrojada al mar, pero lo cierto es que hasta el día de hoy se desconoce el paradero del cuerpo de Michelle y de su hijo. Gregoria nunca paró de buscarlos a ambos. Ni tampoco de pedir Justicia.

 

En el documental “Mapa de Sueños Latinoamericanos”, se retoma el trabajo expuesto en el ensayo fotográfico que lleva el mismo nombre. Durante los años de filmación,  Martin Weber vuelve a la casa de Licha, pero ella ya no está para recibirlo. En su lugar aparece la voz de otra abuela fundadora, Delia Giovanola. Para ella, fue el Estado quien se encargó de que “los sueños fueran cortados”. Más allá de tratarse de situaciones extraordinarias, tanto en el caso de la familia de Licha, con su hija Elena desaparecida, como el de Michelle Peña Herrero son muestras de ese corte. Ejemplos de cómo las circunstancias sociopolíticas y el abuso de poder pueden conspirar en contra de los soñadores. No hay distancia que pueda salvarse cuando el mismo sueño es arrebatado por la fuerza. Hay sí espacio para la reivindicación de esos sueños.

 

“Quiero casarme con un yuma”

En Cuba, “yuma” significa estadounidense, o más bien “yankee”. Este sueño fue escrito por dos jóvenes cubanas en La Habana en el año 1999. Pero al igual que en el sueño de del nieto de Licha Zubasnabar, este enunciado tiene la capacidad de ser tomado como propio por distintos soñadores. Más de 20 años han pasado desde el momento en que Martín Weber tomó esa fotografía y, sin embargo, este sueño está cada vez más presente en el inconsciente colectivo de muchos latinoamericanos.

 

La emigración cubana a EE.UU es un fenómeno que se ha dado de manera más intensa desde los años ´30, pero que en cada una de sus oleadas los emigrantes poseían distintas razones por las cuales dejaban su país. En el caso del año 1999, la población cubana se encontraba experimentando una emigración bastante intensa desde principios de los años ́ 90. Según un informe de la CLACSO, esto se debía a principalmente dos factores: uno más bien económico que llevaba consigo la idea de la “movilidad laboral” y otro relacionado al ámbito político y social de la Cuba de esos años y “la desconfianza en el proyecto social de la Revolución” (2002). No obstante, a pesar de que actualmente el número de inmigrantes cubanos llegados a EEUU sigue siendo significativo, no es el más preocupante para el gobierno norteamericano. Y es precisamente en este punto donde se hace evidente la forma política y colectiva que adoptan los sueños.

 

En los últimos 10 años, los inmigrantes mexicanos se han destacado por su presencia en el territorio norteamericano. Según el Gobierno de México, en el 2018 se encontraban viviendo alrededor de 38.5 millones de mexicanos en EEUU. Sin querer agotar el análisis, podríamos entender algunas de las razones que movilizan a los mexicanos a emigrar a  Estados Unidos a partir de ciertos índices. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) la desigualdad en México es de 50 puntos en el índice de Gini. En este se demuestra cuán desigual es la distribución de ingresos en un población siendo del 1 al 100. Si esto se lo compara con otros países de la región no parece ser un dato llamativo, ya que Colombia y Brasil se encuentran por encima de este según advierte el Banco Mundial, pero si a esto se le suma un índice de pobreza del 43,9% y un índice de 8,5% de pobreza extrema según lo registrado en el año 2020 por la CONEVAL se hace visible la situación a la que se enfrentan muchos mexicanos a la hora de decidir “cruzar la frontera”. Otra de las fotografías que se encuentran en el ensayo de Weber, es tomada en la frontera de Tijuana una pareja escribe en la pizarra: “Nuestro sueño es cruzar la frontera. Trabajar y ganar dinero para poder vivir bien con la familia que tengamos.”

 

Pero vivir del otro lado de la frontera tampoco garantiza una vida ciertamente mejor como el “sueño americano” dicta. En junio pasado Amnistía Internacional llamó la atención sobre la cantidad de niños y niñas no acompañados que han sido devueltos a México bajo el gobierno de Biden.  De esta manera ,unos 50.000 niños y niñas migrantes no acompañados han cruzado a Estados Unidos en busca de seguridad, muchos de ellos separándose de sus familias, que han quedado atrapadas en el norte de México tras negárseles la posibilidad de solicitar asilo en la frontera de Estados Unidos con México. No obstante, quienes sí pueden quedarse en suelo americano, consiguen empleos en los que la mano de obra es pauperizada. Según el Consejo Nacional de Población de México, 25.6% de mexicanos en EEUU son obreros transportistas y trabajadores especializados de la construcción; 23% son trabajadores de servicios y un 19% se dedica a la  construcción y ocupaciones de reparación.

 

Es aquí que resulta imposible dejar de reflexionar el hecho de que tener un buen trabajo y “vivir bien con la familia” sea un sueño casi imposible de cumplir para muchos ciudadanos latinoamericanos. Ni los propios gobernantes ni los ajenos permiten a la población latina tener aspiraciones y sueños que no sean meras preocupaciones de subsistencia. Por eso, la esperanza de casarse con un “yuma” que sirva de puente para acortar la distancia hacia una vida más digna sigue más viva que nunca.

 

“Que los sueños no sean indiferentes”

“Soñar no cuesta nada” es una frase que se ha escuchado en infinidades de escenarios—pero, me pregunto, ¿de verdad no hay costos para el cuerpo del soñador? Por el contrario, muy pocas veces se ha escuchado sobre “el costo de los sueños”.

Ya he mencionado sobre los condicionamientos que existen a la hora de soñar, pero esos obstáculos no son en absoluto algo “dado”. Son condiciones que fueron propiciadas por agentes tanto privados como estatales que posibilitaron esas condiciones. El filósofo Darío Sztajnszrajber expresa que, dentro del discurso meritocrático, hay quienes parten de la noción del individuo y su capacidad de hacerse valer por sus propios medios y quienes contemplan  las estructuras en donde ese individuo está inserto para evaluar sus logros, o en este caso, el cumplimiento de sus sueños. Es en este punto que se hace central la idea de que agentes externos como el Estado, entidades financieras y organismos internacionales intervienen en la configuración de una distancia en la capacidad de hacer realidad los sueños. Sin dudas, la eliminación de los sueños de los desaparecidos durante la dictadura tanto chilena como argentina, evidencia una forma extrema de esta situación. No obstante, sirve para identificar lo que en situaciones extraordinarias, y a través del uso de la fuerza, se puede hacer con los sueños de una población. Y esto es destruirlos.

Creo firmemente que el individuo encierra en sí mismo la posibilidad del sueño, que la esperanza nos debe  movilizar para hacer todo lo que esté a nuestro alcance para alcanzar aquello que tanto anhelamos. Pero no es suficiente y tampoco alcanza cuando se vive en un escenario que  conspira en contra del soñador. No, soñar no es gratis. Porque es al alma a quien le cuesta. Es el alma el que resiente los incumplimientos de los sueños. Y es por sobre todo, la indiferencia la que mata los sueños. Por eso es que en mi pizarra yo escribo: “Que los sueños no sean indiferentes”.

 

Bibliografía:

CONEVAL. Pobreza en México​. Resultados de pobreza en México 20​20 a nivel nacional y por entidades f​ederativas. México DF, México

CLACSO.​ La emigración cubana. Balance en el siglo XX. 2002. Buenos Aires, Argentina

CODEPU. Todas íbamos a ser reinas. 1990. Santiago de Chile, Chile.

 

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