Diario de Junio




Martes 1 de junio:

Digo ya está, es hoy. Este es el momento. Lo tengo que hacer ahora, no mañana ni pasado. Me levanto del escritorio y, con el corazón en mis oídos, voy hasta al baño y corro la sábana protectora que cuelga en la pared. Una nube de polvo se levanta y en el espejo se refleja una figura en la que no encuentro nada.

 

Nada. No encuentro ninguna curva en mi cadera, tampoco pechos rebosantes y redondos. No encuentro la sonrisa perlada; una pampa en mi panza; un cutis semejante al marfil, liso y reluciente. Tampoco encuentro el pelo lacio hasta la cintura, ni un bronceado estival infinito. No encuentro constelaciones de pecas; ojos que desafíen a un glaciar; labios gruesos que quieran comerse a sí mismos. En su lugar descubro que soy el collage que nadie quiso mostrar; una clavícula filosa, pechos separados y puntiagudos que piden traspasar la remera, una separación entre mis paletas; la piel con manchas de sol y cicatrices que nunca van a ser dibujos; el pelo graso en las raíces y ondulado en las puntas. Me veo en lo que no soy y nunca seré, donde no hay nada de lo dicho o esperado. Me reconozco en esas ausencias. Ahí en el punto lejano donde empieza mi mirada. Me veo cantando frente al televisor en mis siete años cuando todavía no encontraba huecos en mi cuerpo. Cuando no me apuntaba con los dedos en la sien cada vez que tenía que ponerme una malla. Esa época en la que podía encontrar una sonrisa en mis lunares.

Entonces lloro, y con el pulso temblando me acaricio la piel seca. Me canto esa misma canción de la infancia y apoyo mi cachete mojado en el espejo frío.

 

 

Hoy después de muchos años me quiero regalar una flor.

 

 

Viernes 4 de junio

“Nuestros caminos divergían, yo estaba cambiando y me alejaba sin poder evitarlo. Mientras él trabajaba en el verdor exuberante y la caliente humedad de un territorio salvaje, yo me estrellaba como rata enloquecida contra las paredes de cemento del apartamento en Caracas, siempre mirando hacia el sur y contando los días para el regreso. Nunca imaginé que la dictadura duraría diecisiete años.” Isabel Allende, 2015, pág. 271.

 

Isabel Allende fue una de las primeras escritoras que me condujo a repensar la distancia que puede tener uno con su Patria. Las imágenes de climas secos y sureños se hacen presentes en la memoria de la autora durante sus años de exilio en la tropical Venezuela.

 

Lunes 14 de junio

“Hoy, la red se transforma en una caja de resonancia especial, en una cámara de eco de la que se ha eliminado toda alteridad, todo lo extraño. La verdadera resonancia presupone cierta cercanía de lo distinto. Hoy, la cercanía de lo distinto da paso a esa falta de distancia de lo igual. La comunicación global solo consiente a más iguales o a otros con tal de que sean iguales. La cercanía lleva inscrita la lejanía como su contrincante dialéctico. La eliminación de la lejanía no genera más cercanía sino que la destruye. En lugar de cercanía lo que surge es una falta total de distancia.” Byung Chul Han, 2020, pág. 16.

 

El filósofo Byung Chul Han plantea que las nuevas formas virtuales de comunicación han conducido a eliminación de la distancia que lleva inscripta en sí misma la eliminación de una posible cercanía. Según el autor, ya la falta de distancia se correlaciona con la proliferación de lo igual y la desaparición del otro.

 

Sábado 19 de junio

 

Che ¿sabían que el queso está vencido?

 

¿Qué estás diciendo? El queso no se vence.

 

Pero la etiqueta dice que vence el 14/6,

aparte tiene esta parte con hongos

 

Pero se le saca y listo, está perfecto el resto

¿Cómo vas a querer tirar todo un queso? ¿Estás loca?

Se le saca y listo

Pero no lo iba a tirar

solo digo que no entiendo

para qué está el vencimiento

no tiene sentido

¿Pero no me escuchas lo que te digo?

Se le saca la parte esa

que tiene fea y listo

Tranquilo che no me gri...

Pero es que parece que no entendés nada

¿Sabés cuál es tu problema?

Que nunca escuchas que siempre pensás

que tenés la razón

y no es así

 

Y vos lo único que haces

 es gritar

Es que es que no escuchas

Nunca escuchas y si sete dice algo

te largas a llorar

 

 

Lunes 21 de junio:

 

Existen muchas personas que dudan de la eficacia de la Justicia, que sostienen que ya no es aquella incuestionable protectora de los inocentes, y que en algunos lugares dejó de ser una fuente de verdad y escarmiento. A ella le echan la culpa de esta inoperancia, le acreditan los errores de hombres de traje y corbata. La triste verdad que muy pocos conocen es que Justicia es un simple títere en los juegos de estrategia de aquellos que dicen ser oradores y representantes de ella. Es por esto que Justicia es, aunque ellos no, sometida a un juicio social del que ni ella puede salvarse.

Son ellos quienes le arrancan a la Justicia la venda de sus ojos que tan acostumbrados estaban a la justa indiferencia con la que pensaba que el mundo trataba a sus habitantes, la tiran al piso, y con sus zapatos negros de vestir rompen su balanza en dos para que ya no pueda emitir veredictos con total imparcialidad. También le pegan, sí, a la Justicia le pegan, la maltratan, le arrebatan su espada y se jactan del inservible uso que tenía en sus débiles manos. La tratan de idiota y se preguntan cómo es que semejante tarea divina fue encargada a una mujer ciega. Ella tirada en el suelo, trata de levantarse pero le tiemblan las piernas. El miedo comienza a apoderarse de ella y siente que de esta no tiene salida. Aprovechándose de su debilidad, la manada de corbatas azules le arranca la ropa y la llama  “puta”. La dejan completamente desnuda, mientras la rodean como hienas al acecho.

Empiezan a violarla sistemáticamente, uno por uno, saborean a la presa. Se la pasan como a una pelota de fútbol que va de pie en pie, de macho en macho, porque al fin y al cabo la Justicia es mujer como todas nosotras. Y como tal está sometida a un sistema del que ella es la peor víctima.

Como todas nosotras, ella es tratada de loca, puta, inservible, y se la hace responsable de toda la violencia que recibe. No la dejan en paz, y por qué lo harían, si a ellos no les importa su incomodidad. Su vida no vale nada para estos hombres, o mejor dicho, vale tanto como una bolsa de basura tirada en el medio de un baldío. Se podría decir que la nada vale más que su vida. Su cuerpo se convierte en carne, un conjunto de tejidos sin propósito alguno más que complacer aquella virulenta sed.

Luego, cuando la cena ha terminado, ellos se van y Justicia se queda sola. Rompe en llanto porque sabe que no tiene ningún lugar donde denunciar aquella falta de humanidad, un lugar donde mostrar aquellas heridas que sabe que nunca podrá sanar.

Durante unos minutos permanece inmóvil, escuchando su frágil respiración. En su cabeza aparecen las fotografías de aquellas niñas, adolescentes y mujeres que han corrido su misma suerte. Ella las conoce a todas, no se ha olvidado de ninguna. Se pregunta en qué momento se ha normalizado esta abominable práctica, que hemos hecho cada uno de nosotros para que esto ocurra. Pero sabe que no es su culpa, no es la de ninguna de nosotras. De lo único que somos responsables es de decidir cómo llevar esta humillación perpetua a la que hemos sido condenadas. Sin notarlo, la fuerza de todas entra en su cuerpo y ella se levanta como puede, arrastrándose llena de sangre y furia. Lo hace porque sabe que no está sola, que no es la primera a la que abusan,

y usan,

y manipulan.

Y sabe que tampoco será la última.

Se limpia los brazos sucios de odio y codicia y busca su espada, aquella con la que de ahora en más herirá con la precisión más implacable que se haya visto jamás. Luego toma la balanza, le arregla sus platillos y los coloca en equilibrio de nuevo. Por último, se pone su venda porque ella no necesita ver para cumplir con su labor, le basta con escuchar nuestros gritos de furia cada vez que se nos es arrebatada una compañera. No es una tarea sencilla la que le espera, ir desafiar a los titiriteros, condenarlos por sus atroces crímenes, pero ella sabe que debe hacerlo. Debe levantarse y seguir, por todas nosotras. Por cada una de nosotras. Por qué si no es ella quién lo hará, solo una puta como nosotras podría ser encomendada a tan imperante tarea.

Cuento escrito para el taller de escritura creativa de Javier Schurman

Miércoles 30 de junio

Autoevaluación del taller

Desde que empezamos con el taller me encontré con muchas actividades que me resultaron muy placenteras. La primera de esas fue la entrevista del 24 de marzo la cual fue, en lo personal, muy desafiante y agradezco haber tenido la oportunidad para hacerla. Luego las actividades referidas a la argumentación y la lectura de ensayos fueron también muy gratificantes ya que pude leer a muchos autores que no conocía. Pero siento que al día de hoy el taller no ha terminado de satisfacer ciertas expectativas que tenía al principio de la cursada. Una de ellas está relacionada con la corrección de los textos por parte del profesor. Entiendo a que debido a que tenemos muchas actividades para hacer, muchas veces no hay tiempo para hacer un análisis profundo de los textos que genere sea nutritivo para el proceso de escritura. No obstante, al haber participado en otros talleres de escritura creativa y al tener compañeros que cursan en otras comisiones, no creo que se trate de una tarea imposible. En lo personal, siento que la crítica de textos forma parte de la construcción de nuestro estilo y es importante para el crecimiento de quienes amamos escribir. Es así como creo que una pertinente devolución de los textos escritos es fundamental. En lo personal creo que muchas veces es mejor la calidad que la cantidad. Partiendo de esta premisa es que creo que a mi criterio sería escribir menos textos pero que estos que puedan dar lugar a un espacio de intercambio de opiniones, tanto entre los alumnos como desde el profesor hacia el alumno. 

 

Miércoles 30 de junio:

Vereda a las 9 am.

Lo que más se acerca al cielo son las copas de los árboles. Luego le siguen los cables que todo lo ocupan y todo lo quieren contaminar. El sol que le pega a las pocas hojas que todavía están cerca del cielo, las más resilientes. Ellas pelean contra el viento que las quiere separar. Algunas ganan y quedan en su posición original. Otras pierden y caen. Caen. Caen. Y ahora, humilladas por su debilidad, se esconden en la canaleta a la espera de que la rueda de un auto las pise. Por su parte, el 132 siempre está dispuesto a recoger a las débiles hojas. Se queda uno segundos parado en la esquina a la espera de que las hojas pasajeras decidan caer en su techo. Pero algunas les divierte estar en la calle. Les gusta pegarse a las ruedas de las bicicletas que pasan por la ciclovía. Se quedan quietas a la espera de ser recogidas por alguna rueda y saltan cuando la maratón empieza. Y así son las mañanas en el barrio llenas de caídas, ruedas, colectivos y hojas.

 

Miércoles 30 de junio

Vereda a las 9 pm.

La noche en el barrio tiene una calma engañosa. Se viste de luces que aparecen entre las copas de los arboles. Se mueve rápida en las esquinas. La noche en el barrio tiene olor a basura en las esquinas y marihuana en los callejones. A esta hora ya no hay ruido continuo sino pausas extensas. La noche en el barrio se siente con el poder de hacer desaparecer nuestros pasos  hasta que una bicicleta aparece y las hojas que están escondidas en la canaleta tiemblan. Se asustan. Yo también me asusto. Algunos vecinos se asoman desde sus ventanas. Admiran a el miedo que les causa la noche desde su la luz de sus habitaciones. Asoman la nariz por unos segundos, dejan que el viento fresco les recuerde lo que es habitar la noche. Y cuando ya han tenido suficiente, cierran la ventana. Corren la cortina.

Y se olvidan.


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