Última carta de Frankenstein a Mauro Viale

 Estimado Mauro: 


Como ya lo habrá notado me he tomado un tiempo para escribir una respuesta que contemple los pedidos solicitados en su última carta. Debo admitir que la primera vez que leí su correspondencia sentí una furia tan grande que estuve a punto de romperla en mil pedazos. Fue el tono empleado el que hizo brotar en mí una furia capaz de arrasar con continentes enteros. Pero por más que me pese, sus palabras me dejaron mudo durante mucho tiempo. 


Sostuve en mis manos este pedazo de papel un centenar de veces sin poder atreverme a escribir ni una sola palabra. De mi garganta brotaban palabras de todo tipo, pero mi mano no podía escribir siquiera la primera letra de alguna de ellas. Fue entonces que decidí tomarme un tiempo para entender a qué se debía  semejante parálisis en mi cuerpo. 


La lectura ha sido desde el principio de mis tiempos una gran amiga en la soledad. Hace no mucho tiempo me embarqué en la comprensión de unos de los libros más influyentes de la humanidad. Lo hice con la intención de poder encontrar explicaciones sobre los comportamientos tan nefastos que posee el ser humano. No obstante, las explicaciones se hicieron claras en mi mente recién en el Segundo Testamento. Días después de haber recibido su carta, me encontraba al principio del evangelio de Mateo, lo cual ahora que lo pienso esa coincidencia pudo haber sido únicamente obra de Dios. 

Todavía furioso por el trato tan imprudente que usted tuvo con mi persona fue que encontré una cita que me recordó a algo que usted me dijo: 


“No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con la que midan se usará para ustedes” 

Mateo 7: 1-2


Al leerla sentí un ardor en mi pecho que nunca había sentido. Me había equivocado y sólo Dios podía mostrarme mi gran error. Debo entonces admitir, señor Viale, que no quiero que se me juzgue más, ya he pasado por suficiente dolor a causa de que nadie se atrevió a conocerme de verdad. Pero para que esto ocurra he entendido que yo también debo dejar de juzgarlo a usted ya que eso no hace más que separar nuestras almas.  


Espero que todavía tenga ganas de juntarse con este monstruo que no ha probado ser diferente a los hombres en sus pecados, pero que hoy tan solo busca ser perdonado. 


Sinceramente, 


Frankenstein.


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