Diario de Mayo

 

Miércoles 5 de Mayo

Termina la clase y pienso. Me quedo pensando; en que no caminamos. En que ya no paseo, en que mis pasos siempre van hacia algún lugar, que pasear se ha vuelto un gusto que se da solo en lo desconocido. Me pregunto cuándo fue la última vez que pasee; que paseamos juntos. Que el viento nos acarició los labios, y los árboles nos hicieron una casita. Y es que me gustaba ver tu nariz colorada por el frio, tus ojos llorosos por la tarde, tu piel de cristal quebraba. También tus pestañas cuando el sol te da en la cara, tu sonrisa que es pasajera como las nubes. Capaz hoy te proponga salir a caminar un rato, y cuando me preguntes a dónde queres ir, decirte que no sé, que no lo quiero pensar, que solo quiero pasear un rato. Y entonces vos, soldado del silencio, me agarres la mano y aceptes acompañar mis pasos.

Jueves 6 de Mayo

"Vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejo". JLB

"Dado que leía de forma arbitraria y dejándose guiar por los prejuicios, consideraba correcto todo aquello que creía". Mi lucha, Kellerhoff

Sábado 9 de Mayo

Hoy junto a un grupo de mujeres le quisimos robar un poema a Idea Vilariño. Este es el de ella:

La metamorfosis

 

Entonces soy los pinos

soy la arena caliente

soy una brisa suave

un pájaro liviano delirando en el aire

o soy la mar golpeando de noche

soy la noche.

Entonces no soy nadie.

Este es el mío:

Soy una ola perdida

Un espejo miedoso

Un libro que solo vos lees

Soy la risa en un funeral

Una balanza que no deja de moverse

Un labial guardado

Una visita predecible

Pero también

Soy

La ropa que baila en el tender

La nena que corre con alas

La voz que aúlla descontrolada

Y a veces me pregunto si

En algún momento

Soy

O tan solo soy lo que pienso que soy



Domingo 10 de mayo: 

Yo te digo Marti, esto nunca va a cambiar

¿Y cómo sabes eso?

Porque así funciona, ¿no te das cuenta que este país es inviable?

Que si realmente querés un futuro te tenés que ir.

En otros países la cosa sí que funciona bien 

pero nosotros estamos destinados a esto.

Ni los nenes de hoy van a ver un futuro acá.

Y seguro que no porque si todos pensamos así,

 nos condenamos sin darnos una oportunidad de

cambiar.


Se nota que sos chica todavía.

Te queda tanto por vivir.

Ya te vas a dar cuenta vos solita de lo que te estoy hablando 

Que lindo es ser chica,

 pienso mientras agarro una porción de pizza

Viernes 14 de Mayo:

Me fuiste regalada en un acto de amor sincero. Te escogí entre muchas, te encontré divina y sin desgracias. Fuiste vos, mi elegida. Te cargué y te admiré junto a mi pecho. Te sentí fuerte en las raíces y pequeña en las hojas; te llevé a casa entre ojos cristalinos y besos sin bocas. Fuiste testigo de aquel amor cubierto de tela. 

En casa, te mostré dónde ibas a instalarte, comprobé que en ese lugar te diera la suficiente luz. Pensé nombres para ponerte porque esa es la forma que tenemos nosotros, los humanos, de darle dignidad a lo que tiene vida. Todo lo que no lleve nombre, no merece ser recordado, y si no es recordado, es porque no cruzó por la vena correcta. También, te traje un poco de agua, y luego, te coloqué en tu nuevo lugar; al lado de mi escritorio que está cerca de la ventana. Me alejé y miré tus hojas inmóviles.  Por un momento pensé que si esta situación se hubiese dado en otro orden, yo habría sido la sin nombre y vos te habrías conformado con eso. Sí. En otro orden, yo hubiese sido entregada a tus hojas, y vos me habrías lavado la cara y alimentado los pulmones. Es que en otro orden, vos habrías pensado cuál sería mi lugar en tu vida; afuera o dentro de la casa, pero finalmente me habrías dejado elegir porque nunca fue parte de tu naturaleza dar esa clase de ordenes. Luego de que me hubiese instalado en el lugar indicado, que fue siempre junto a la ventana,  el sol me habría pegado en la cara y vos te habrías quedado quieta, junto a mí, pensando en lo parecidas que nos vemos esta mañana.

Martes 18 de Mayo:

"No se puede pensar bien, amar bien, dormir bien sino se ha comido bien" Virginia Woolf, Un cuarto propio

"Todas las cerraduras del mundo se abren de la misma manera" Pila de Libros Podcast, episodio "Diarios de escritores: Kafka, Plath y Pizarnik"

Domingo 23 de Mayo: 

La calle habla de otra forma los domingos, ya no grita, sino susurra; me cuenta secretos al oído. Ya no se ven bicicletas que se amontonan en la esquina, tampoco se escuchan bocinas fusionadas con gritos de conductores, en un especie de alargamiento del ser. En cambio, hay viento que da cosquillas, hay danza en los árboles de la cuadra, hay caída en las hojas de otoño. Desde hace unos meses lo único que hacen es caerse; libres, con delicadeza pero convicción, se sueltan, se amontonan en la canaleta y algunas decoran la la que alguna vez fue una vereda gris. Un perro se tira entre ellas y las olfatea, un señor pasa caminando y con sus pies las hace rugir, yo trato de esquivarlas; no quiero romperlas. Paseo junto a mi perro que es más que un perro por una cuadra que se prepara para descansar. Son las siete de la tarde y el sol ya se despidió, me deja sola entre semáforos olvidados. Los postes de luz se empiezan a prender y la verdulera guarda los últimos cajones dentro del local escuchando un bolero de fondo. Las pocas personas que podían estar en la calle dejan de ser presencias y entran en sus casas. Camino hasta la esquina y veo sin mirar como la mujer de la casa verde lima me observa junto a sus canarios desde la ventana; una sonrisa parte mi boca. Me doy vuelta y regreso hasta la entrada de mi edificio, un auto pasa y de a poco me ilumina la cabeza despeinada. Abro la puerta de madera y antes de despedirme de la calle pienso que la cuarentena y los domingos hacen que el tiempo se transforme en un chicle en mi zapatilla; se estira tanto que es imposible saber dónde termina.

Domingo 30 de Mayo:

Digo ya está, es hoy. Este es el momento. Lo tengo que hacer ahora, no mañana ni pasado. Me levanto del escritorio y, con el corazón en mis oídos, voy hasta al baño y corro la sábana protectora que cuelga en la pared. Una nube de polvo se levanta y en el espejo se refleja una figura en la que no encuentro nada.

Nada. No encuentro ninguna curva en mi cadera, tampoco pechos rebosantes y redondos. No encuentro la sonrisa perlada; una pampa en mi panza; un cutis semejante al marfil, liso y reluciente. Tampoco encuentro el pelo lacio hasta la cintura, ni un bronceado estival infinito. No encuentro constelaciones de pecas; ojos que desafíen a un glaciar; labios gruesos que quieran comerse a sí mismos. En su lugar descubro que soy el collage que nadie quiso mostrar; una clavícula filosa, pechos separados y puntiagudos que piden traspasar la remera, una separación entre mis paletas; la piel con manchas de sol y cicatrices que nunca van a ser dibujos; el pelo graso en las raíces y ondulado en las puntas. Me veo en lo que no soy y nunca seré, donde no hay nada de lo dicho o esperado. Me reconozco en esas ausencias. Ahí en el punto lejano donde empieza mi mirada. Me veo cantando frente al televisor en mis siete años cuando todavía no encontraba huecos en mi cuerpo. Cuando no me apuntaba con los dedos en la sien cada vez que tenía que ponerme una malla. Esa época en la que podía encontrar una sonrisa en mis lunares.
Entonces lloro, y con el pulso temblando me acaricio la piel seca. Me canto esa misma canción de la infancia y apoyo mi cachete mojado en el espejo frío.


Hoy después de muchos años me quiero regalar una flor.


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