“¿Qué es esto de sobreviviente? ¡Por favor! Que algún día los encuentre.”

 Pablo Diaz recita poemas de tiempos inmortales. Esta cita se la dedicó a Claudia Falcone, Maria Clara Ciocchini, Claudio de Hacha, Horacio Ungaro, Daniel Racero y Francisco López Muntaner; los jóvenes desaparecidos pero jamás olvidados de la Noche de los Lápices. 

Cuando habla de sus amigos, Pablo se ríe con dulzura aunque en su voz se perciba la melancolía que causan las ausencias. Confiesa que a veces no sabe cómo recordar; se pregunta si debe hacerlo cuando camina por la calle o en la cena familiar, y al hacerlo reconoce que ”El sobreviviente piensa permanentemente por qué y para qué sobrevivió”.  Este 24 de Marzo, a 45 años del último golpe militar en la Argentina, Pablo hace un ejercicio de memoria colectiva en el que nos invita a sumar nuestra voz a la de sus compañeros desaparecidos y así juntos gritar: Nunca Más. 

¿Cómo viviste los 45 años del Golpe del ´76? 


Indudablemente el 24 de Marzo lo he simbolizado en memoria del Nunca Más. Con la  firmeza de que no vuelva a ocurrir un golpe de estado cívico militar en contra de la vida y  que, por la visión de unos pocos en la idea de implementar un proyecto económico y social,  se persiga desaparezca y torture a quien piensa diferente. 

Recuerdo a esos jóvenes que fueron mis amigos; que dieron su amor por desterrar la pobreza, que resistieron a la dictadura incluso con el cierre de los centros de estudiantes y que soñaban con un presente de igualdad de oportunidades. Soy consciente de que se nota cierta angustia en mí cuando hablo de ellos, de mis amigos, pero paradójicamente siempre me pasaron cosas extrañas; tengo un hijo que nació el 24 de Marzo. Desde entonces el Día de la Memoria, Verdad y Justicia lo transito de esta manera; a la mañana planto árboles con tristeza y a la noche festejo el cumpleaños de mi hijo. Este soy yo, contradictorio. 


Cuando recordás tu juventud ¿qué es lo que más extrañás de ella?


Los besos públicos. Extraño las fiestas donde me besaba, la plaza, la calle y el colegio.  Hoy solo tengo besos privados. A mi lado está una compañera a la cual puedo besar, si me deja y después de mucho tiempo, pero no agarrarla de la mano sin ningún motivo.Yo me quedé indudablemente en el pasado, por eso digo que mis memorias son de amor. Además, me fui enamorando cada vez más de mis amigos ausentes; de la sensibilidad y solidaridad que tenían. 


¿Ves en la juventud de hoy esa sensibilidad social que ustedes tenían a los 16 años? 


Yo creo que sí, el adolescente sigue siendo adolescente. Pudo haber un cambio en que las generaciones pasadas, en mi caso con mis padres, eran muy conservadores. Ellos creían que los jóvenes “no podían pensar por sí mismos”, es por esto que siempre digo que nuestra militancia era clandestina. Cuando los chicos ven la censura dentro del hogar llevan sus secretos afuera con su grupo de amigos y amigas. En mi casa me decían qué era lo que tenía que pensar y decir, y nunca pensaron en que yo tenía que consolidar una identidad propia que ellos debían escuchar. Es por eso que creo que hoy los jóvenes tienen una libertad mucho más grande de la que nosotros teníamos y esto se ve su militancia.

Después de muchos años puedo reflexionar sobre el momento en que pedí ver a Claudia antes de que me separaran de ella y el resto de mis amigos y me llevaran fuera del Pozo de Banfield. En ese momento creí que lo peor que Claudia podía sentir en ese lugar era el encierro, el hambre y los golpes. Al verla le dije “Nos vemos afuera” y ella me contestó: “Pablo yo ya no puedo ser mujer porque me violaron”. Para mí eso fue anécdota pero hoy entiendo que lo más preciado que tiene una mujer es la decisión de con quién hace el amor. La decisión sobre su cuerpo. Y esto es éxito de las compañeras adolescentes que hoy lo expresan en la calle. De esto que estamos hablando ya pasaron 45 años, y a pesar de haber dado muchos testimonios en juicio, nunca un juez me dijo “Pará, estás hablando de un delito” cuando yo declaraba sobre la violación de Claudia. Hoy esa realidad cambió gracias a ustedes. 


¿Sentís a tus compañeros representados en los actuales movimientos de jóvenes?


Yo creo que sí. A veces me pregunto dónde estaría Claudia si tuviéramos que volver a nuestra adolescencia. Creo que estaríamos rodando enamorados. A nosotros nos guiaba la vergüenza de la pobreza y hacia ahí fuimos pero existían un montón de injusticias que nosotros no veíamos y que hoy se ven. El adolescente tiene un horizonte muy distinto al que nosotros teníamos. Mirá, hace dos años tuve la oportunidad de hablar con Francisco, el Papa, y dentro de los temas que hablamos apareció la duda sobre qué habría pasado si Claudia hubiese salido del Pozo de Banfield. Yo le confesé que si Claudia hubiese quedado embarazada como producto de la perversión y de la violación, y me hubiese pedido de acompañarla para no tenerlo, yo lo habría hecho como cualquier adolescente de hoy haría. Y él me miró y pude notar cómo se separaba Bergoglio de Francisco y creo que Bergoglio entendió de lo que le estaba hablando.


Y con respecto al Papa Francisco ¿cómo fue que lo conociste?


Hay una foto de Francisco saliendo del campo de concentración de Auschwitz, caminando con la cabeza gacha. Entonces le escribí y le pregunté si nos había visto ahí, a nosotros, en el campo de concentración. ¿Se entiende? Y él me contestó “Ahora pienso lo que decís. No, no los había visto pero ahora los incorporo”. Yo cuando era adolescente y veía en la televisión un documental del holocasuto judío cambiaba de canal porque no quería ver presencias desfiguradas, y ponía algún canal de entretenimiento. A veces pienso ¿cuántos deben cambiar de canal para no verme en la película de los Lápices? Eso es lo que provocan los genocidios.


Gracias a la película de la Noche de los Lápices muchos de nosotros pudimos conocer la vida detrás de esas imágenes de caras desaparecidas. ¿Cuál es entonces  para vos la importancia de contar tu testimonio? 


Una vez un sociólogo hizo un libro sobre lo que me había pasado y puso de ejemplo a Goethe, un novelista romántico alemán, que había creado un personaje que se llamaba Werther, un joven de 17 años. Werther tuvo una novia que se llamaba Carlota pero ella tuvo una enfermedad y antes de morir le dijo que no la olvidase, que no quería desaparecer. Entonces Werther le empezó a escribir cartas a Carlota, pero luego terminó suicidándose y Carlota desapareció  porque ya nadie la recordaba. Yo hice la inversión de Werther, yo no me suicidé para que Claudia apareciera. En mi testimonio, Claudia está entre nosotros dos. 

Acá. Porque ella salió del Pozo de Banfield. 


Después de tanto tiempo, ¿qué pensás de quienes siguen sosteniendo que “No fueron 30 mil”? 


El ser humano es débil. La contradicción de su debilidad es que el hombre tiene la capacidad de hacer bien y mal. El tema es qué hacemos para consolidar lo bueno. En mi adolescencia creí que había que hacer un hombre “nuevo”, hoy creo que hay que hacer un hombre “bueno”. La sociedad es buena cuando hay hombres buenos. Existe un negacionismo con respecto a si fueron 30.000 o 9.000, suponete que fueron 9.000 como ellos dicen y poné a esa cantidad de personas en una fila. A la primera desnudala. Violala. Quemale la vagina o quemale los testículos con picana. Quemale los pechos. Y después matala. Y pensá que después te quedan 8.999. 

Es terrible lo que el hombre por un fundamentalismo es capaz de hacer solo por pensar que una vida valen 30.000, 9.000 o una. Yo quiero memoria de amor para los ausentes y juicio para la muerte y el hambre. Quiero que se recuerden los nombres de los que ya no están y  amaron la vida, y se repudien a los que pretenden sostener privilegios en contra de otros. Pero sobre todo con lo que más sufro es con el odio. Me angustia mucho porque ¿sabés qué pasa? El odio es un fundamentalismo que puede torturarte, matarte y hacerte desaparecer. 


¿Sentiste alguna vez odio hacia tu testimonio? 


Sí, a veces sí. De todas formas yo no soy una excepción por la legalidad que tiene la Noche de los Lápices. Tal vez lo que me molesta es que muchos pueden tener cierta aceptación conmigo pero no con todos los que pasaron por lo que yo pasé. Y ahí digo no paren, no se encariñen solo conmigo, no me perdonen a mí. A veces me pregunto, ¿se respetan a todos los que pasamos por eso? Todavía me quedan las dudas de si la protección individual hacia mi persona es también colectiva hacia los demás. 


Por último quería preguntarte acerca de la famosa frase con la que se recuerda a la Noche de los Lápices, me gustaría saber qué es lo que siguen escribiendo los lápices según tu mirada.


Siguen escribiendo en la historia. De los 237 adolescentes desaparecidos de 14 a 17 años, todos escribían; las compañeras iban con su cuaderno íntimo y los chicos con sus poemas, y en esas líneas se leían frases como “te amo” y “¿cuándo vamos a poder cambiar el mundo”. Yo mismo sigo escribiendo poemas como lo hacía en mi juventud. Es por eso que siempre le pido a los adolescentes que tengan dentro de sí el cuaderno íntimo y que nunca se olviden de él. 


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